sábado, 18 de julio de 2015

¿QUÉ LE IMPORTA A NUESTRO CEREBRO?

"Al cerebro no le importa que seas feliz, sólo que sobrevivas".

No podemos controlar nuestro cerebro pero sí gobernarlo. Bajo esta premisa, el biólogo Estanislao Bachrach (Buenos Aires 1971), Doctor en Biología Molecular e investigador en la Universidad de Harvard, defiende la neuroplasticidad cerebral a cualquier edad y señala que el primer paso para intentar cambiar lo que no nos gusta es el AUTOCONOCIMIENTO.

El cerebro no reconoce realidad o fantasía, reconoce tus creencias así que lo primero es creer que lo puedes hacer, y creer implica entender lo que va a suceder luego: trabajo, disciplina, compromiso, tiempo...

Para la neurociencia cambiar es sinónimo de aprender, lo que pasa es que de adultos queremos dominar, no aprender de nuevo. y antes de ponerte a cambiar, tienes que CONOCERTE A TI MISMO  bastante para saber si quieres mover algo de tu vida.

¿Por qué cuesta tanto cambiar?

Primero porque uno cree que no puede. y después cuesta porque tiene que ver con un aprendizaje que comportará fracaso en el camino. Y fundamentalmente porque en el proceso de cambio hay dolor y no nos gusta el dolor. La gente tiene que entender que el cambio es un proceso, es un camino. Pero en el proceso, que puede ser de un día, un año, diez años o toda tu vida, hay dolor.

Y a mayor autocrítica, menos cambio en la vida. Eso no quiere decir que no seamos críticos con nosotros, pero a menudo exageramos.

¿Es el miedo uno de los aspectos que favorecen el no-cambio?

Sí. No querer fracasar, no querer pasarlo mal, no quedar en ridículo...El cambio es un trabajo personal y si estás pendiente de la mirada del otro, no lo vas a hacer. Lo que pasa es que la sociedad vende el cambio como algo fantástico y el cerebro dice: No es fantástico, lo estoy pasando mal!

El cerebro está programado para no cambiar, pero tiene una capacidad de cambio que nosotros no usamos y eso es muy importante para cualquier edad. El cerebro busca la rutina y el automatismo para no correr riesgos.

Ahora no hay dudas científicas de que el cerebro funciona absolutamente diferente bajo el deseo y el querer que bajo el deber. Matemáticamente: si uno quiere, el cerebro te presta las neuronas, pero si uno debe, el cerebro se asusta y te da una o dos.


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