martes, 18 de agosto de 2015

EL AUTOCASTIGO NO SIRVE DE NADA

¿Para qué te castigas, si no sirve de nada?

El auto-castigo no sirve de nada. Ese enfado irracional con uno mismo, esa manera de tratarse con desprecio cada vez que se siente vergüenza o falta de control o cada vez que se fracasa o se experimenta el rechazo de los demás, es inútil, y no es sano.

El auto-castigo implica también auto-lesiones, insultos a uno mismo, aislamiento y sentirse indigno de los demás. Pero con eso tampoco arreglamos nada.

Puede que lo sepas, pero aún así no sabes qué hacer para dejar de castigarte a ti mismo,cómo salir de ese círculo de auto-ataque destructivo para encaminarte hacia un patrón constructivo de conducta.


¿Porqué es tan difícil dejar de castigarse?

El auto-castigo es tan persistente porque es una defensa contra el dolor de la vida. Y la vida está llena de dolor.

Todos tenemos necesidades fuertes de conectar con otros, de ser aceptados, de alcanzar el éxito y la aprobación. Pero nos enfrentamos a la realidad de que, a veces, los demás nos rechazan, se decepcionan con nosotros y ponen sus necesidades por delante de las nuestras. Las personas que amamos sufren y mueren, y nuestros sueños no siempre se hacen realidad.

Cuando sentimos este dolor sacamos energía porque estamos dispuestos a hacer algo al respecto. Esta energía puede ser experimentada internamente en forma de ira o rabia. Esto nos motiva para buscar la paz interior y superar el dolor, nos impulsa a salir y volver a intentar conseguir lo que queremos o necesitamos.

Sin embargo, cuando somos una y otra vez derribados, ignorados, despreciados o atacados por tratar de satisfacer nuestras necesidades, puede aparecer la necesidad del auto-castigo. Lo mismo puede ocurrir si descuidamos la búsqueda de esa paz para superar el dolor.

Esto provoca que la persona pueda sentirse insegura o inútil, y coge esa rabia y esa ira y la vuelve contra sí mismo. En ese momento, se empieza a pensar en uno mismo como la causa del problema. La culpa hace que se rechace a sí mismo y que sienta la necesidad de castigarse.


¿Porqué el auto-castigo no sirve de nada?

Esos auto-ataques no son vistos como una amenaza, sino como una forma de esperanza que espera que mediante el dolor se mitigue el problema. Pero esos castigos no solucionan nada, y te dejan abatido y aislado.

Te familiarizas tanto con ese hábito de atacarte a ti mismo, que empiezas a sentirlo como una parte permanente de lo que eres.

Esa ira contra ti mismo te puede consumir y distraer de estar presente y comprometido con tu vida. Tus relaciones, tus conexiones contigo mismo y con los demás, te afirmarán más en esa necesidad de castigarte en un ciclo continuo cada vez más difícil de derribar.


¿Cómo liberarte del auto-castigo?

Para empezar, tienes que reconocer que el auto-castigo puede estar profundamente arraigado. De hecho, puedes sentir la necesidad de castigarte aún más cuando descubras lo profundo que ha calado tu dolor. Pero eso no debe frenarte, y tienes que ser sincero contigo mismo, dejar que fluya.

Debes enfocar más allá de la autoestima. Si fueras capaz de encontrar el amor propio y la aceptación, no habrías llegado a esto, es cierto, pero tienes que empezar por algún sitio. Crear un sentido más positivo de sí mismo es muy importante para mejorar tu bienestar.

Más allá de la necesidad de castigarte a ti mismo, necesitas conseguir ayuda para sacar tu dolor, necesitas una forma de canalizar tu ira. Si no puedes solo, busca alguien que te apoye, que te guíe.

También necesitas experimentar la sensación reconfortante de la calma, como paso previo para aprender a relajarte cuando sientas la necesidad de volver tu ira contra ti mismo.

Por último, es importante que aprendas a experimentar la compasión por el dolor en los demás y que aprendas a valorar las necesidades humanas. Solo así serás capaz de experimentar compasión hacia ti mismo y a valorarte.

Con el tiempo, nos encontramos con que tenemos la capacidad de recuperación para manejar el dolor de la vida real y la habilidad para identificar y perseguir lo que queremos y necesitamos. Valientemente, nos liberamos del mismo auto castigo y dirigimos nuestra energía de vuelta al mundo.




Fuente: La mente es maravillosa
Autor: Eva María Rodríguez

viernes, 14 de agosto de 2015

EL VICTIMISMO MANIPULADOR

Ser, o más bien parecer, la eterna víctima puede tener muchas ventajas.

La víctima, de uno u otro modo, está salvaguardada de la crítica ajena. Además, cuenta con la compasión y la comprensión de muchos, haga lo que haga. De hecho, quien se atreve a cuestionar los actos de una supuesta víctima pasa por insensible o desalmado.

El victimismo es, en muchos casos, una estrategia que representa más beneficios que problemas.

Esta condición permite contar con una especie de inmunidad por la cual todo lo que dicen es verdad, todo lo que hacen es bien intencionado, todo lo que piensan es legítimo. Pero en más de un caso, ese victimismo calculado, consciente o inconscientemente, encubre más bien un chantaje.


Hay algunas señales que dan cuenta de este círculo de manipulación que establecen quienes hacen del victimismo su forma de vida. Las principales son:

-El victimista no pide directamente lo que desea, sino que envía mensajes imprecisos en forma de queja o lamento.

Por ejemplo, te dicen de pronto: “Nadie sabe cuánto me costó haber llegado hasta aquí”. Entonces no sabes si quiere que le reconozcas el mérito, si te está reclamando porque a ti no te costó lo mismo, o si quiere que le ayudes para algo en particular.

-Te sientes más o menos culpable cuando estás con esa persona. Cada conversación que tienes con ella te deja la impresión de ser responsable de algo, pero no atinas a definirlo. Hay una tristeza o un malestar impreciso contigo mismo.

-El victimista es también receloso y desconfiado.

Frecuentemente te alerta sobre malas intenciones en los otros y justifica sus malas acciones en su pasado de sufrimiento. De hecho, puede acusarte de insensibilidad o desidia si acaso le criticas.

-Es capaz de hacer grandes sacrificios por otros, sin que estos se lo pidan. Hará gala de ello.

Cuando alguien exhibe esos rasgos, estamos frente a una persona que ha asumido el rol de víctima frente a la vida.

Seguramente es alguien que no es feliz en esa posición y que tiene ese tipo de comportamientos sin proponérselo realmente.

Como quiera que sea, se trata de alguien que no terminó de cerrar el ciclo de su experiencia traumática. Necesita de tu comprensión, pero también de tu sinceridad.

La mejor manera de ayudar a alguien así es diciéndole afectuosa y directamente lo que piensas de su actitud.


Fuente: La mente es maravillosa
Autor: Edith Sánchez